Ayer en el gimnasio escuchaba a unas señoras hablando de los divorcios que ha habido en su vecindario en matrimonios al jubilarse. Y me pregunté, ¿qué pasa en la pareja cuando uno se jubila?
En una década se han duplicado los divorcios de mayores de 65 años. En 2011 sumaron 3.507, frente a las 1.435 registradas en 2001, según un reciente informe del Imserso, es decir, un incremento del 144%.
En la jubilación, cuando desaparecen parte de los límites de la obligación del trabajo, de hacer crecer a los hijos/as, de pagar la hipoteca, etc. puede que afloren sentimientos negados o conflictos encubiertos en el matrimonio. Y se considere que la mejor solución sea el divorcio. Es difícil hacer una lista de las motivaciones que llevan a la separación, cada pareja es diferente, pero existe un objetivo común alrededor de esta difícil decisión: ser feliz.
Un divorcio no es una casualidad, es una suma de sentimientos no dichos, de límites no puestos, de situaciones no resueltas, quizás resentimientos, de falta de auto cuidado, de carencia de cuidado mutuo, quizás violencia, que se han acumulado durante años… A pesar de las décadas juntos, si el matrimonio no está sólidamente asentado, es difícil que resista a la convivencia más intensa que permite la jubilación. De pronto, la pareja se encuentra todo el día junta, cuando antes la actividad laboral les permitía un paréntesis a sus tensiones. Las dudas invaden la relación, y se cuestionan: ¿ahora qué?.
Un cambio tan grande en nuestra situación personal, la jubilación, da pié a interrogantes, inseguridades, miedos, replanteamientos vitales, etc. por eso la importancia de prepararse para ella, como el hecho de preparar tu matrimonio para lo que supone el licenciamiento laboral.
Una saludable convivencia en pareja, resistente a los cambios y que mejora con el tiempo tampoco es una casualidad. Es una labor de tomar consciencia de uno mismo/a, de coraje, de estar presente, de mejora personal, de compartir, de respeto, de compromiso con uno/a mismo/ y con el/la otro/a,… En definitiva de amor hacía uno/a mismo/a y al/la otro/a dejando de lado nuestro ego.
Aunque quizás lo ideal es no llegar a separarse, a veces es la mejor solución para ambos. Puede que el matrimonio ya haya cumplido su misión y ahora toque emprender un nuevo camino. Es una oportunidad de reinventarse y de construir una nueva relación con uno mismo/a con o sin pareja.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Antonio Machado
¿Os sentís indentificados? ¿Habéis podido construir un matrimonio sólidamente feliz? ¿Os querés divorciar ahora que os habéis jubilado? Cuéntame.