Gracias por la foto Joshua Hoehne

Casi todos pasamos alguna vez en la vida por una fase de luto o duelo ante la pérdida de un ser querido. Sobrellevar la pérdida de un amigo cercano o un familiar puede ser uno de los mayores retos a enfrentar,  especialmente cuando la muerte es repentina. A esta circunstancia, habitualmente, se suma el hecho que no hemos podido estar al lado de nuestro ser querido en su último tránsito. Situación que, en algunos casos, está pasando actualmente con la crisis del COVID-19. Esto puede añadir tristeza, alargamiento del duelo, confusión e incluso depresión.

Sensación de irrealidad tras una muerte repentina.


Lo más característico de una muerte inesperada es la lucha con la sensación de irrealidad. Y más aún si la muerte se produce en el entorno del COVID-19, situación que la mayoría de nosotros no nos hubiéramos imaginado nunca vivir. Es muy habitual que, tras un fallecimiento repentino, se observen reacciones de serenidad o de gran tranquilidad en los allegados. A menudo, provienen de mecanismos de defensa básicos de protección del dolor que nos dan tiempo para que nuestra mente y cuerpo procesen lo sucedido.

El luto es distinto para cada persona


Des de que la psiquiatra Elisabet Kübler-Ros en 1969 en su libro “Sobre la muerte y los moribundos” identificara, en el duelo, las etapas de negación, ira, negociación, depresión, aceptación, han surgido otras investigaciones más recientes que demuestran que la mayoría de las personas no pasan por estas fases de forma progresiva. Por ejemplo, si no has podido acompañar a la persona fallecida como hubieras querido o tenías una relación complicada con ella, esto puede añadir una nueva dimensión al proceso de duelo.

Tampoco hay una duración estipulada en el duelo, aceptar la muerte de alguien cercano puede tomar desde meses hasta un año. Cada persona tiene unos tiempos para afrontar la realidad de la muerte, que debemos respetarlos así como respetárnoslos.

¿Podemos superar el duelo?


Actualmente, expertos, como la psicoterapeuta Cate Masheder, afirman ”que el duelo no es algo que necesariamente debamos o logremos “superar”. En el pasado pensábamos que con el tiempo ese dolor se hacía más pequeño y desaparecía. Pero el enfoque de ahora es que ese dolor se mantiene tal y como está, pero nuestra vida crece alrededor de él”.

Con el tiempo el dolor cambia de forma y se vuelve menos intenso, pero se queda dentro. De tal manera que en momentos (Navidad, cumpleaños,…) o sitios determinados, volvemos a sumergirnos en ese dolor. Cuando la fecha o el lugar pasan volvemos a experimentar la vida que ha crecido alrededor de él. Des de esta perspectiva, no superas el duelo ni lo dejas atrás, sino que “aprendes a que forme parte de tu vida”.

 

El CORONAVIRUS nos ha quitado la posibilidad de disponer del espacio para rendir culto a nuestros fallecidos o cuidar de ellos hasta el final.

Los homenajes, entierros o los velatorios son actos de culto, más o menos públicos, a nuestros fallecidos que nos ayudan a asumir la realidad de la pérdida, refuerzan los lazos de amistad y parentesco, al mismo tiempo oficializan nuestro nuevo rol y inician el período de duelo.

Debemos tener en cuenta que, estos ritos son esencialmente culturales, por tanto adaptables a las circunstancias y deseos. Según el lugar donde vives éstos son más orientados al fallecido o a los dolientes.

Actualmente, muchos nos encontraremos que no podemos llevar a cabo el culto de nuestro ser querido, tal como estamos acostumbrados y con la celeridad que nos gustaría. Los cuerpos de nuestros difuntos puede que no se encuentren en la funeraria o en el velatorio, sino a la espera en un lugar no definido para su culto. Este tiempo bien puede ser angustiante, triste y añadir sufrimiento a la pérdida repentina de nuestro ser querido. Es bueno, en este momento, tener en cuenta que dadas las circunstancias estamos haciendo todo lo posible y lo mejor para todos/as. Mientras, podemos crear un ritual propio, en el cual sintamos plenamente que estamos homenajeando a nuestro familiar o amigo/a y así empezar lo antes posible nuestro duelo.

Cómo aprender a que forme parte de nuestra vida


Puede ser que este momento nos encontremos en que no hemos podido acompañar a nuestros seres queridos en su tránsito final y que además, no les podamos rendir culto como esperábamos. Estaremos lidiando con un dolor doble y para esto nos podría resultar útil poner en práctica ciertas estrategias:

Apoyarse en el entorno: hable para comprender qué ha sucedido, recuerde a su amigo o familiar, busque explicaciones, mire fotos, junte los hechos. Construir una narrativa que una pasado, hechos traumáticos, hechos felices y futuro, ayuda a superar lo ocurrido. Incluso se puede poner por escrito. El cerebro humano necesita entender.

Acepte sus sentimientos: después de la muerte repentina de alguien cercano, y que no hemos podido acompañar hasta el final es normal sentir tristeza, rabia, frustración y hasta agotamiento.

Asuma los cambios internos, rutinas, pérdidas de expectativas y recuerdos. Que la otra persona se haya ido incluye asumir que hay roles que ya nadie hará o funciones que las tendrá que hacer otro/a.

Cuídese a usted y a su familia comiendo bien, haciendo ejercicio y descansado lo necesario.

Ayude a otras personas: ayudando a los demás, nos ayudamos a nosotros mismos.

Celebre la vida de su ser querido de la manera más significativa que considere: plantando un árbol, cocinando su comida preferida, reuniéndose con sus familiares en su sitio preferido, yendo al concierto de su músico de cabecera, etc. Solo usted sabe cuál es la mejor manera.

El fallecimiento de un ser querido puede significar un nuevo punto de partida. Las investigaciones nos sugieren que pasar por estas situaciones pueden ayudar a alcanzar un renovado sentido de propósito y dirección en la vida.

Si siente que sus emociones le abruman o que no puede superarlas, quizás hablar con un profesional calificado como un psicólogo le podría ayudar a lidiar con sus sentimientos y recuperar el rumbo para salir adelante.

Y sobretodo, tenga en cuenta que el mayor tributo que podemos ofrecer a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros es ser felices.

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